Las dos frases eran perfectamente legibles, estaban torpemente garabateadas sobre un cartón que descansaba entre las piernas del hombre. Lástima de foto, pensé, a cualquiera que se lo cuente no me va a creer. “No creo en Dios, acaso ¿Él cree en mí?”
Las dos frases eran perfectamente legibles, estaban torpemente garabateadas sobre un cartón que descansaba entre las piernas del hombre. Lástima de foto, pensé, a cualquiera que se lo cuente no me va a creer. “No creo en Dios, acaso ¿Él cree en mí?”