Las noches salvajes

Recuerdo, hermano, aquellas noches en las que empujados por el ansia de vivir corríamos y reíamos por las calles de aquella ciudad. Recuerdo con que afán esperábamos aquellas pocas horas de libertad en las que escapábamos de aquella gris cárcel. Aquella prisión que para nosotros era un infierno absurdo, no un infierno de lágrimas y rechinar de dientes, si no un infierno de sinrazón y de preguntas sin respuesta; un infierno de porqués. En aquel sucio pozo donde nos metían e intentaban hundirnos, donde arrebataban la dignidad a mordiscos, en aquel agujero, las pocas horas de luz aparecían cuando se ocultaba el sol y podíamos recorrer la ciudad a oscuras.

Recuerdo las risas y los excesos. Recuerdo los bares y las chicas. Y recuerdo la música feroz y salvaje saltando entre jarras de cerveza y botellas de whisky. Sí, aquellas noches desesperadas en las que podíamos ser nosotros mismos sin disimulos. En el fondo daba igual, siempre que no levantases el pie del acelerador y te dejaras caer rodando por la pendiente.

Recuerdo los ojos febriles y las palabras atropelladas. La ciudad cambiaba de color y de apariencia a la salida de cada bar. Comulgábamos con cerveza y brindamos a la salud de la muerte. Calentándonos con cerveza helada y refrescándonos con vino caliente luchamos contra todo y contra todos. Y todo y todos nos hicieron creer que podríamos derrotarles.

Recuerdo aquellas noches heladas en las que sentados en un banco de la calle o apoyados en la barra de cualquier bar nos atrevíamos a mirar cara a cara la verdad y a desafiarla. Recuerdo como encontrábamos las respuestas sin ni siquiera formular las preguntas. Recuerdo aquellos días en que un monosílabo decía más que cien libros. Recuerdo los besos del aire de la madrugada, recuerdo el aroma del amanecer, frío y sucio en aquella fría y sucia ciudad. Recuerdo el orgullo de ser los dueños del mundo mientras éste dormía.

Y recuerdo sobre todo a aquellos compañeros de cacería, algunos de los cuales os convertisteis en mis hermanos, juntos compartimos los dulces peligros de la noche y los amargos despertares de gargantas y cabezas sacas. Jamás se olvida el hermano con el que se comparte la libertad.