Cudillero

Hay lugares en que mar y tierra se unen sin encontrarse, formando costas rectas y bajas, como manteniendo las distancias, sin querer entregarse del todo, renuentes a buscar más adentro el uno del otro. Y hay lugares en que mar y tierra se abrazan con fiereza, hacen estallar la costa de pasión, se abrazan con fuerza, creando acantilados, espumas, rompientes, todo ello intenso y vivo, como si aún no tuviesen bastante el uno del otro y se necesitasen más y más, manteniendo su pasión ola tras ola. Hay mujeres y hombres que se unen sin entregarse, se juntan para seguir siendo dos, se temen el uno al  otro y se temen a sí mismos, temen ser débiles, vulnerables y se encastillan en su torre guardando sus tesoros más escondidos. Y hay mujeres y hombres que se funden completamente el uno en el otro, dándolo todo y aún más, que abren las puertas de su corazón de par en par sin temor, que buscan apasionadamente la unión perfecta, a sabiendas de nunca lograrlo, que buscan trascender la dualidad para formar el uno.

Hay un lugar en la costa asturiana en la que el Cantábrico busca incansable el continente, y en su trabajo sobre los acantilados ha logrado dibujar con el paso de los siglos un rincón que bordea lo físicamente impensable, un paisaje que desafía la gravedad agarrado a los acantilados. Las casas se extienden  verticalmente abrazadas a un pequeño puerto natural, abrigo de unos pocos pesqueros. Un pueblo casi anfibio, con el olor de la pesca en sus calles, con sus gentes acostumbradas a enfrentarse cada día a lo que para los demás sería un imposible. Sobre el espigón de aquel pequeño puerto conocí a una mujer y a un hombre que caminaban de la mano, felices simplemente con  tenerse el uno al otro, sonrientes, confiados, con la tranquilidad que da el saber  que nada hay que esconder o disimular, que entre ellos han caído todas las barreras y se encuentran dispuestos y preparados para enfrentarse a las artimañas del tiempo, que son irremediablemente uno.

Ocurrió en Cudillero, cierto día de noviembre en el que pareció que el universo estaba al fin en orden y todo era posible.