El árbol del Teneré

Si hubiese una imagen para pintar la soledad no podría imaginarme otra que no fuese la tuya. Figura retorcida, ajada y reseca, resistente a todos los vientos y tempestades, zarandeado mil veces por monstruosas tormentas de arena pero aún firme y único testigo del trabajo del tiempo. Símbolo y faro en mitad de la desolación más absoluta, solitario en la soledad del desierto más desierto, acantilado contra el que rompen feroces e imperturbables las olas de ese mar imposible de dunas y silencio.

Pocos son los que te han visto con sus propios ojos, pero muchos son los que te han soñado, imaginado. Muchas son las mentes que has incendiado con tu sola mención, símbolo del sueño del Sahara, pasión loca que ha arrasado cual simún tantas vidas. Muchos te han buscado perdidos, desesperados, abrasados y sedientos en medio del desierto. Muchos son los que  han soñado buscarte perdidos, desesperados, abrasados y sedientos en medio de sus vidas. También yo he soñado con buscarte alguna vez, como un mísero punto en los mapas, un punto en la nada. También yo te he imaginado y, algunas veces, me he visto como un árbol reseco perdido en mitad del desierto, en medio de la soledad, soportando tormentas y vientos, el aire y la arena, el calor abrasante y la helada nocturna, mostrando tras cada atardecer una nueva herida. A veces en ti me he visto, figura solitaria en medio del desierto.