Alta velocidad

Vivo en una tierra con complejo de aislamiento. Por la orografía, el clima, la situación periférica, el fallido Santander-Mediterráneo,  la incapacidad de nuestros políticos, la voluntad de quienes ven a esta tierra como su finca particular de vacaciones, la falta de iniciativa de quien se cree el ombligo del mundo y cree no necesitar mirar hacia afuera, por lo que sea, tenemos secularmente la sensación de que las infraestructuras que nos conectan con el resto del mundo son siempre insuficientes y, desde luego, mucho peores que las de nuestros vecinos. El caballo de batalla actual es el tren de alta velocidad, por el aire vuela la sensación de que sin él nos hundiremos irremediablemente en el Cantábrico.

Hoy, que me levantado con el pie izquierdo, se me ha ocurrido pensar si realmente es necesaria tanta velocidad, tantas autopistas, tantos túneles y puentes, tantas cicatrices sobre el monte. Si queremos que los aviones vuelen con frecuencia y sean baratos, ¿para que queremos un tren de alta velocidad?. Si queremos un tren de alta velocidad ¿para que necesitamos tanta autopista?

Resulta que la mayoría de los desplazamientos largos, que es cuando se usan esas infraestructuras, son para ocio y vacaciones. ¿No sería más sensato pensar en otro modelo de ocio que no implicase quemar petroleo y enormes obras públicas?