Vivimos tiempos extraños. La imposibilidad de viajar en avión durante un día hace que el gobierno decrete estado de alarma (ni atentados de ETA, ni el 11M, ni catástrofes naturales habían merecido tal medida), intervenga el ejército, se acuse a los controladores de sedición, los medios de comunicación se alineen con el gobierno en la condena a los huelguistas, se decrete la caza de los bien pagados (este parece ser el motivo último de la indignación) controladores y, una vez más, se demonicen huelgas, liberados y sindicatos.
Vivimos tiempos extraños. El anuncio de la supresión del subsidio de 426 euros a los parados sin otro ingreso no ha conseguido que pase absolutamente nada. En la prensa encuentro cifras desde 250.000 hasta 650.000, pasando por unos concretísimos 338.952 afectados. No estamos hablando de pasar un puente, de un viaje de negocios o de llegar a casa con un día de retraso; estamos hablando de comer, de pobreza. Y ya digo, no pasa nada.