Los liberales y la turra

En la derecha española la palabra liberal se usa solamente en dos sentidos, como etiqueta vacía o bien para referirse a ciertos encuentros de carácter sexual más o menos multitudinarios. En la práctica, la derecha española, orgullosa heredera de sus orígenes, el franquismo y la iglesia católica, es de todo menos liberal, intervencionista en todos los ámbitos, con tendencia a prohibir todo lo que teme y siempre dispuesta a colonizar y parasitar todo organismo público que se ponga a su alcance.

En frente, la izquierda española se ha convertido en el cascarrabias que se queja, riñe y protesta pero es incapaz de hacer nada. Ha abandonado todo aquello que le dio sentido, empezando por la lucha obrera, para dedicarse a pontificar y legislar sobre usos y costumbres, para salvarnos aunque no queramos, en un giro loco que le convierte en la nueva iglesia. La izquierda se ha vuelto pija y vacía, vigila el lenguaje pero no se mancha en la calle, se dedica, como dirían en mi pueblo a dar la turra.

Banderas al viento

Las fachadas de los edificios se adornan estos días con los colores rojo y gualda de las banderas nacionales colgadas de balcones y banderas. ¿La razón? Juega la selección de fútbol. Y esta es prácticamente la única ocasión en que los españoles nos vemos motivados para mostrar públicamente nuestro patriotismo. ¿Patriotismo? ¿patria? ¿el patriotismo es una bandera colgada del balcón? Se me ocurre preguntar detrás de cuantas de esas ventanas, se sientan orgullosos ante el televisor patriotas ejemplares, de esos que aparcan en doble fila, que cobran en dinero negro, que no recogen la mierda de sus perros, que no paran en los pasos de cebra, que tiran la colilla al suelo, que desprecian a los que no son como ellos…

Los barcos y la honra

¿Por qué la «radical», «antisistema» (como la califican los medios) CUP opta por apoyar a un candidato de centro-derecha, de un partido marcado a fuego por la corrupción? ¿por qué no dar un paso más empujando hacia la caída de ese sistema que denuestan? ¿por qué meterse voluntariamente en una trampa tan típica de la derecha? ¿por qué prefieren lo abstracto a lo concreto? ¿por qué prefieren patria, nación o identidad a trabajo, vivienda o educación pública?

El Partido Republicano en Estados Unidos lleva decenios usando esa estrategia con éxito: más patria o más religión significan también menos derechos laborales o más diferencias sociales.

¿Por qué la CUP prefiere honra a barcos?

Pijama para dos

Llevo tiempo intentando encontrar un hueco entre mis estrechas entendederas donde colocar el fenómeno Podemos, sin demasiado éxito, la verdad, ¿que es Podemos? ¿que quiere hacer realmente Podemos? ¿que hay detrás? si es que hay algo. Ni idea, al menos hasta ayer. Ahora creo vislumbrarlo entre la niebla.

Primero, me encontré con este artículo de Rafael Reig, afilado como siempre y certero como casi siempre, en el que siguiendo con la fiebre griega que parece afectarnos a todos, se explica Podemos, o el negativo de Podemos que viene a ser lo mismo. Segundo, anoche pude ver, por casualidad, que es como ocurren estas cosas, a Doris Day y Rock Hudson en una de sus películas de tensión sexual no resuelta, Pijama para dos se tituló en España. En ella el personaje de Rock Hudson logra lanzar una campaña publicitaria basada en un producto llamado «Vip» que ni siquiera existe, lo cual no es obstáculo para que la campaña sea un rotundo éxito y todo el mundo hable, quiera y esté dispuesto a pagar por el ya famoso «Vip».

¿Podemos = Vip? Habrá que esperar al final de la película para saber si hay boda.

Campanas de Gauss

El sistema educativo basa su funcionamiento en la campana de gauss, se interesa únicamente en el centro de la campana, los extremos quedan fuera del foco. El manido informe Pisa me huele a lo mismo, un estrecho carril del cual aquel que se sale queda fuera del sistema. Desde mi perspectiva, siempre en uno de los extremos de la campana se me ocurre preguntar ¿que hacemos con los que están fuera del carril? ¿la educación tiende hacia el pensamiento único?

 

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Juanón

Juanón nunca ha tenido trabajo estable, ahora lleva tres años sin que nadie le contrate, no tiene ningún tipo de subsidio. Vive en una cuadra en el monte que fue de sus padres donde mantiene cuatro vacas y una burra, también heredadas de sus padres. Viste con ropa vieja, gastada, rota, hace meses que no sabe lo que es una ducha, que no sabe lo que es un billete de veinte euros. Bebe la leche de las vacas, come lo poco que da una miserable huerta, recibe alguna ayuda de familiares, recorre el pueblo, el monte con los ojos bien abiertos por si encuentra algo que pueda serle de utilidad y casi todo lo es.
Juanón no tiene ordenador, coche, teléfono móvil, no va de vacaciones, no va a restaurantes, no sabe lo que es twitter, no compra en las rebajas, no celebra cumpleaños. Juanón no aparece en las noticias, no suma en las estadísticas.
Juanón no existe.

El show vaticano

En plena sociedad del espectáculo, la industria vaticana bordea la perfección, lujo,  decadencia, escándalo, suspense, tradición y misterio, se me ocurren pocas combinaciones mejores que esa. El mundo, un mundo alejado de la religión, tan alejado como lo está el catolicismo oficial de la realidad, el mundo, decía, asiste extasiado a esa exhibición de oro y terciopelo, incienso y latín como lo hace ante la gala de los oscars, la super bowl o el salto desde la estratosfera de Baumgartner. Oigo voces que claman por una iglesia más sencilla, por una vuelta a los orígenes, a la humildad, a la austeridad, pero apenas se les oye entre el estruendo mediático, además, seguro que se equivocan, la infalibilidad está lejos, cubierta de oro.

Sobre el perdón

El concepto de perdón que inventó el cristianismo es un medicamento de amplio espectro, sirve para casi todo, nada que ver con el exigente concepto oriental del karma, donde una mala acción sólo se compensa en cierto modo, con buenas acciones. El perdón cristiano es más cómodo, arrepentimiento, perdón y la culpa queda lavada como en esos eternos anuncios de detergente.

En un mundo tan alejado de la teología como es una cárcel, ese concepto se ha trasladado con el término de reinserción, la penda de prisión ya no tiene, nominalmente al menos, como objetivo el castigo, o sólo el castigo, ahora se busca también que el condenado sea capaz de volver a la vida civil convencido y dispuesto a no volver a caer en el mismo error.

Todo lo anterior viene a la memoria cuando uno se enfrenta a noticias como la de cierto alcalde condenado por acoso sexual que recibe 5000 votos en unas elecciones, ¿esos votantes le han perdonado o desprecian a la víctima? ¿los que se indignan con la maniobra política (o sea, sucia y sin escrúpulos) no le conceden el derecho a la reinserción? ¿hay delitos por los que nunca se paga del todo?

En realidad el párrafo anterior es plenamente superfluo, no se está hablando de bien y mal, se está hablando de nosotros y ellos, se está hablando de pillar cacho.

Güelfos y gibelinos

Allá por los años 60 o 70, se contaba el siguiente chascarrillo: en Moscú no se sabe nada, pero se entiende todo, en Roma, en cambio, se sabe todo, pero no se entiende nada. El recuento de votos ha acabado en Italia y, una vez más, nadie entiende nada. Desde el norte se entiende aún menos. En la misma ciudad, el Para Ratzinger renuncia, dicen que devorado por intrigas de pasillo. Dos hechos más o menos coincidentes en el tiempo y seguramente también en el fondo. En el norte, en Alemania por ejemplo, se observa con estupor a los países del sur, clientelistas, tramposos, con escaso o nulo respeto por las normas. En el sur, en Italia por ejemplo, se observa con desconfianza a los vecinos del norte, soberbios, dominantes, incluso imperialistas. Nada nuevo bajo el sol, el norte austero, sobrio, honesto y con tendencia al fanatismo contra el sur derrochador, corrupto y con tendencia a perdonar todos los pecados. Protestantes y católicos, romanos y germanos, güelfos y gibelinos, Merkel y Berlusconi. Un desencuentro histórico, cultural, social que lejos de mitigarse parece aumentar con la misma intensidad que lo hace la crisis política y económica.

Educación

La generación de mis padres creía que la educación era el camino para tener una vida mejor que la suya. Padres obreros, claro, para los otros era más sencillo, bastaba con heredar. Durante años insistieron, se preocuparon, abroncaron llegado el caso, para que estudiase, para que sacase buenas notas, «si el beneficio va a ser para ti». La educación era, para gentes criadas con la cartilla de racionamiento, la misa obligatoria y el cara al sol en la escuela, el camino para salir de las estrecheces, para subir en la escala social, para ser uno de aquellos a loa que ellos miraban desde abajo: maestro, médico, ingeniero. Me pregunto que pensarían ahora, cuando se habla del escandaloso paro juvenil, de licenciados trabajando de becarios o con contratos basura a cambio de una miseria. Me pregunto que dirían al comprobar que la puerta que ellos creían de salida, se cierra cada vez más rápido, que la educación es un valor tan en desuso como la castidad. En tiempos de mis abuelos era todo más sencillo: la resignación a lo que dios mande o la revolución social.

A 900 kilómetros

 A 900 kilómetros de distancia no es sencillo juzgar a Sánchez Gordillo y el SAT, tampoco debería serlo desde una redacción de prensa, con el aire acondicionado encendido, tampoco desde el despacho de un ministerio o una consejería, con el chófer a la puerta para llevarte a casa. Pero se atreven a hacerlo. Quizá viviendo en un pueblo donde el paro pase del 40% las cosas se vean de otra forma. Quizá mientras el fantasma de la miseria, ése que parecía alejado hace unos años, llama a la puerta la perspectiva sea distinta, y no hablo de aquellos «pobres pero decentes» que decía mi abuela, sin un duro, pero con una vaca en la cuadra y patatas en el huerto, no, hablo de la miseria real y sórdida, de la de dormir al raso, de la «hoy no hay pa comer». Quizá si en lugar de hablar en términos de legalidad se hiciese en términos de legitimidad las cosas se viesen de otra manera, porque legales son la pena de muerte o la prostitución en muchos lugares que se suponen democráticos.

La pregunta que ha hecho Sánchez Gordillo es que si es necesario que el derecho a enriquecerse de unos pocos se haga sobre las espaldas y la miseria de muchos, o dicho de otra manera, si en esa lista de derechos con la que a todos se nos llena la boca, el derecho a la propiedad privada es ilimitado y más importante que el derecho a una vida digna. Esa es la pregunta para la que aún no he oído respuesta.

Fotos

Estábamos acodados en la barra de un bar, mirando por la cristalera como la gente se arremolinaba a la puerta de una exposición fotográfica sobre la ciudad. Míralos, me dijo riéndose con suficiencia, son capaces de hacer cola para ver algo que podrían ver con sólo abrir los ojos cuando van cada día a la carrera por las calles. Hombre, no es lo mismo, dije, por no darle la razón.